Antes de iniciar, considero conveniente volver al título del artículo, porque la intención es que lo lean esos líderes que nacen con el don del liderazgo y todas aquellas personas que no lo son, ¡ni quieren serlo! pero que aspiran a tener esos elementos que distinguen a los que lo son.
En la anterior entrega, culminé refiriéndome a aquellas personas que de manera intencionada y sin coacción van detrás de las empresas o las personas que buscan ser de «Clase Mundial». Concluí que lo hacen porque sienten que, si van con ellos y siguen su dirección, lograrán con éxito ese fin último compartido y anhelado.
Lo que sucede es que tener una visión de «Clase Mundial» y todo lo que ello representa, tiene un precio, hasta para los seguidores. Un precio que se inicia con la inversión continua en el desarrollo personal y profesional, así como en el cumplimiento de los elementos indicados hasta ahora; y los que faltan. Como siempre, la idea será ir «sin prisa, pero sin pausa». Una actitud que hace que ese crecimiento sea progresivo.
Lo anterior nos conecta con la máxima de que debemos ser unos aprendices eternos. El filósofo Sócrates, que vivió en este planeta 500 años antes que Cristo, reconoció su ignorancia a pesar de ser uno de los pensadores más prolíficos de su época y cuya influencia todavía está presente hoy en el mundo.
La decisión de mantenernos en un continuo aprendizaje es una que requiere la internalización de su necesidad como prioridad. Esa internalización nos motivará a perseverar en la autodisciplina de crear el hábito (dos meses continuos, mínimo) para poder mejorar «paso a paso» y sin presión estresante (muy dañina, por cierto); de manera tal que podamos apoyarnos sobre el avance previo en un proceso de mejora continua.
Esa decisión será la que construya, diariamente, una rutina que formará parte integral de nuestro ser. A partir de allí, se producirán acciones inconscientes ante eventos que se notarán y que todos reconocerán.
Si a esto se le suma la planificación, tendrás los ingredientes necesarios para lograr que las cosas que hayas visualizado y programado se materialicen. No es algo que se logra «de un día para el otro»; pero no por ello resulta imposible.
Hace relativamente poco escuché que el talento humano es una combinación de dones, conocimientos adquiridos y decisiones. Yo le agregaría un cuarto elemento: Las relaciones. Sin embargo, si son 3 o 4, considero que lo más importante es que, fuera de los dones que nos vienen de nacimiento, los otros dependen de nosotros. Por ello es tan importante concientizar este hecho. Mientras más pronto, mejor.
Refiriéndome a otro tema relacionado con el talento, quisiera destacar lo importante de ser eficaz como persona y profesional. Partiendo del hecho de que la eficacia es la capacidad de lograr los objetivos planteados, el talento mezclado con eficacia, hace milagros.
Lo que sucede es que a veces los objetivos se logran «a cualquier precio»; y aquí es donde aparece de nuevo la palabra valores o de qué manera alcanzo lo que deseo.
Porque los valores se podrían conectar con la eficiencia al lograr los objetivos; y por ello, eficacia y eficiencia están íntimamente conectados en los procesos «bien hechos». Una persona eficaz y eficiente es aquella que logra sus metas de manera óptima, maximizando sus recursos y minimizando los riesgos. Aplica también a las empresas.
Sin embargo, cuando se busca el logro de un objetivo, puede surgir el fracaso. Y este es otro elemento a considerar. ¿Cómo vamos a ver el fracaso?: como fuente de pesar y recriminación o como un medio poderoso de aprendizaje.
Afortunadamente, existe un camino que hace la diferencia: El que se transita cuando acompañamos lo que salió mal con la aceptación del hecho y con la toma de acciones inmediatas, una vez que el fracaso nos devela las causas de su aparición. En ese momento, estaremos en la ruta del crecimiento personal y en la evolución como alma.
Asociado con lo antes indicado, finalizaré con las palabras de Lewis Lehr, director ejecutivo de 3M de 1979 a 1986 y miembro de su junta directiva de 1974 a 1991:
«El secreto, si es que lo hay, es desechar los fracasos apenas se reconocen, pero hasta los fracasos tienen su valor… Uno puede aprender de los éxitos, pero cuesta trabajo. Es más fácil aprender de un fracaso»
En la próxima entrega continuaré con estos Tips que considero fundamentales, «de amplio espectro» y, sin duda, dignos de ser considerados en cualquier momento de nuestra vida.
Gracias por tu tiempo.
Autor
Arnaldo González Graterol
Autor de la competencia Liderazgo de personas y equipos
en el libro Y eso, ¿cómo se come?
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