En la anterior entrega, culminé refiriéndome al «Bien Común que me incluya», como aquel propiciador de relaciones sanas, duraderas y fructíferas, producto del «efecto espejo» que se logra cuando, acertadamente, damos ese primer paso de acercamiento y obtenemos, como consecuencia, la reciprocidad.
En tal sentido, si nos preocupamos sinceramente por otros y actuamos en consecuencia; es decir, pasamos de la actitud a la acción, podemos tener la certeza de que construiremos un clima, tan bueno, que propiciará la lealtad como virtud entre los integrantes del grupo de trabajo, que, inclusive en situaciones difíciles, se presentará.
Cuando no eres líder, puedes colocarte «del lado positivo de la ecuación» dando apoyo y siendo el que anima y está dispuesto a mejorar el ánimo dentro de la organización en la que trabajas. Normalmente, el trabajo del líder es muy solitario. Por ello, siempre hace falta de la persona o personas que apoye, dando opiniones sinceras y alertas de detalles, que a veces se pueden obviar por la dinámica de las actividades.
Con relación al párrafo anterior quisiera puntualizar la diferencia entre el adulador, ese que con palabras o gestos «edulcorados» en exceso, halagan al líder, con la intención de obtener beneficios propios; y aquél que, con un criterio serio y profesional, apoya la función del líder al estar haciendo seguimiento con una actitud proactiva, a fin de lograr potenciar su acción.
Y aquí aparece «el meollo del asunto»: cuando podemos, conscientemente de lo que hacemos, dar apoyo para realizar, en muchas ocasiones, el trabajo que le corresponde al líder, tendremos muchos beneficios; entre ellos:
Ser el candidato donde se deleguen funciones de interés y valor,
Adiestrarnos en actividades que potencian nuestro desarrollo y
Crecer como profesionales. (El aumento de la autoconfianza viene como añadidura)
Porque al final, de quién es el mérito es poco importante cuando recibimos una serie de ventajas que nos benefician enormemente. Liberarse del ego es una bendición, porque nos ayuda a reconocer su presencia, a que dejemos de sentirnos ofendidos, a abrirnos a otras opiniones y, por lo tanto, a aceptar diferentes puntos de vista sin obsesionarnos con los logros personales.
Sin embrago, los logros personales son muy importante también. Cada meta alcanzada es una motivación que nos inspira a llegar al próximo nivel, siempre un poco más alto.
Como en el montañismo: si nos entrenamos para una cima, alcanzarla nos motiva a buscar la próxima, un poco más alta. Por lo tanto, experiencias exitosas nos ayudan a mejorar personal y profesionalmente.
Y esa motivación no tiene por qué venir de otros: podemos autogenerarla. Cuando sucede de esa forma, nadie puede desmotivarnos, porque la fuerza interior que convertimos en hábito, es la «fórmula secreta» que hace la diferencia y funciona como antídoto contra los saboteadores de oficio que, desgraciadamente, existen.
Una breve guía de pasos nos puede ayudar: En primer lugar, estar claro a dónde vamos. Es decir, identificar aquello «que centra la atención y define la dirección», basada en nuestros principios. Poner en práctica el autoconocimiento para saber qué y que no podemos hacer. Progresar en lo que podamos con base en prioridades y buscar ayuda en lo que no podamos; y, como regla de oro, celebrar las victorias por más pequeñas que éstas sean.
Finalmente, hay algo en lo que todos debemos pensar, independientemente de si somos líderes o no. La palabra mágica con la que finalizo esta serie de artículos es la trascendencia. No es sensato nacer, crecer, reproducirnos y morir sin que ese proceso no haya servido para nada.
Si concientizamos que cada uno de nosotros vino a este mundo a realizar una misión y que esa misión debe producir un impacto ¡aunque sea en una sola persona!, cuando ya no estemos en este plano, probablemente empecemos a ver todo desde una óptica diferente. Para lograr eso, no se necesita cambiar al mundo. Con que seamos mejores nosotros mismos, será suficiente.
Todos necesitamos parecer líderes, aunque no lo seamos. Cuando tomemos conciencia de esa necesidad, seremos protagonistas de la visión de un mundo mejor.
Espero que estos Tips te hayan ayudado a reflexionar. Todos los considero fundamentales; y, sin duda, dignos de ser tomados en cuenta en cualquier momento de nuestras vidas.
Nota de cierre: Todos estos artículos los hago con una clara intención: Deseo que se reflexione sobre la necesidad imperiosa de formar personas integrales y no solo expertos profesionales generadores de riqueza. Necesitamos líderes que, además de generar riqueza, también sean buenas personas. Me refiero a los que guardan un equilibrio dinámico entre todos los elementos que conforman su función - que no es la de «jefe» - sino la de un individuo que se preocupa por su gente, por el ambiente, por la comunidad donde opera, por las leyes que lo rigen y por él mismo como persona, por aquello del «Bien Común que me incluya». Somos interdependientes. Por lo tanto, si producimos un daño en alguna parte de nuestro planeta se afectará la globalidad. Lo opuesto también aplica...
Recuerda: «El auténtico progreso no consiste el aumentar el bienestar de algunos en detrimento del de otros».
Gracias por tu tiempo.
Autor
Arnaldo González Graterol
Autor de la competencia Liderazgo de personas y equipos
en el libro Y eso, ¿cómo se come?
Estimado @Arnaldo:
La trascendencia y la autogeneración de motivación son pilares fundamentales para lograr un verdadero progreso personal y profesional. Reconocer nuestras metas y celebrar cada pequeña victoria nos mantiene enfocados y nos ayuda a superar cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino.
Recordar que somos interdependientes y que nuestras acciones pueden tener un impacto global nos impulsa a ser mejores personas y líderes comprometidos con el bienestar de todos.
Gracias por recordarnos la importancia de ser líderes íntegros y conscientes. ¡Un artículo digno de ser compartido y reflexionado!
Queda pendiente la interminable discusión de si el líder nace o se hace. Allí tenemos algunas diferencias que nos impulsan a seguir ahondando en el tema.