La reflexión que encabeza este artículo no tiene autor conocido; sin embargo, expresa una verdad que, a mi manera de ver, resume un enfoque que nos hace consciente de la «neblina» que está alrededor a la verdad absoluta y permite que interactuemos con un universo de vivencias y experiencias individuales.
La verdad, causante de muchas guerras y conflicto menores, es la base y principio de muchos análisis filosóficos. El mismo, no está en la intención de este artículo. La historia personal, en cambio, si será la base con la que lo iniciaré.
Según la Ontología del Lenguaje y uno de sus postulados, los seres humanos, definidos como «Observadores» se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Uno de los principios de «El Observador» indica que no podemos decir cómo son realmente las cosas, ya que sólo podemos interpretarlas, partiendo del hecho de que vivimos en un mundo interpretativo.
Teniendo esta afirmación como base, la pregunta obligada sería: ¿En qué nos basamos para interpretar «las cosas»? Pareciera obvio que la respuesta sería: nos basamos en lo que hemos vivido, ya que ello es con lo que está elaborada la experiencia de vida.
En tal sentido, la Historia Personal, definida como el producto de lo vivido desde nuestra más temprana edad, el país y lugar donde nacimos, los padres que tuvimos (o quienes nos criaron), las figuras de autoridad que nos formaron, nuestras amistades, nuestras parejas, el lugar donde estudiamos y varios etcéteras, nos ha servido de «base de datos» para elaborar los criterios-marco de nuestra vida.
De acuerdo a la Historia Personal, establecemos nuestras creencias, que son las que definen nuestros valores, que muchas veces se convierten en paradigmas. Con base en ellos, hacemos juicios; que, si están basados en los paradigmas previos, muchas veces no tendrán un fundamento sólido. Ellos nos darán la base para formarnos hábitos que finalmente definirán nuestra forma de actuar.
Con base en esta secuencia de procesos, agregando a la «receta» un enfoque sistémico, podríamos intuir que, si nos hacemos conscientes de ellos, en todo momento, como parte de nuestro proceso de pensamiento diario, podremos estar en el camino del cuestionamiento continuo.
Este cuestionamiento nos colocará en la posición de honor que tienen todos aquellos seres humanos que desarrollan la humildad, no como un valor religioso, sino como una estrategia de vida que, a lo mejor «no nos garantizará el cielo» pero si una vida con empatía y consideración a los demás que, a su vez, generará saludables y constructivas relaciones.
Una vida que permitirá estar abiertos a aprender, una actitud equilibrada y realista con relación a uno mismo y con los demás; lo que indefectiblemente, nos permitirá crecer como individuos y mejorar de manera integral.
A medida que acumulo más experiencia, más seguro estoy de que la verdad no es absoluta, porque cada quien, con su perspectiva e interpretación, cargada de «Historia Personal», le da a esa verdad, un matiz y enfoque que siempre tendrá la validez de quien la postula como cierta.
Por ello, cuando reconocemos que detrás de cada opinión hay un universo único de vivencias y experiencias, estaremos en el camino de darle cabida a la riqueza de la diversidad humana y cultivaremos una actitud de escucha más profunda y respeto por la opinión de los demás. Te invito a que reflexiones al respecto.
Gracias por tu tiempo
Autor
Arnaldo González Graterol
Autor de la competencia Liderazgo de personas y equipos
en el libro Y eso, ¿cómo se come?
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