En la entrega anterior, finalicé con una introducción a la analogía del liderazgo con el talento artístico-musical, por considerar al liderazgo, como lo indiqué, un verdadero arte.
Cuando se hace referencia a este tema aparecen, de manera indefectible, dos elementos distintivos asociados al talento musical, al indicarse que éste es el producto de la conjunción de una predisposición o potencial musical y un alto nivel de práctica consciente.
Sin embargo, siempre la afirmación se inicia con la expresión «predisposición o potencial musical» como precedente a la misma. Esto debe ser considerado como un punto relevante a considerar.
En tal sentido, he escuchado que una forma moderna de denominar al talento musical es bajo el nombre de «factor X», motivado a que se le considera de naturaleza casi mágica. En este caso, el uso de las palabras «predisposición o potencial» musical se está volviendo más frecuente en investigaciones neurocientíficas y genéticas.
En ellas se indica la existencia de una interacción entre varios genes diferentes que podrían dar como resultado la aptitud musical. Sin embargo, la predisposición o don natural para la habilidad musical no se desarrolla si no se le saca partido a ese potencial desde una edad temprana. Por eso siempre, insisto, siempre, va la aclaratoria de que hay una capacidad innata precedente.
Un ejemplo conocido por todos, lo tenemos con Wolfgang Amadeus Mozart, debido a que, durante su breve vida, alcanzó la perfección musical. Se sabe que comenzó a componer música cuando tenía cuatro años y a escribir minuetos a los cinco.
Con este ejemplo, quiero soportar el hecho de que hay ciertos rasgos de personalidad y habilidades de comunicación que son inherentes a la persona y no pueden enseñarse. ¿Cómo sería posible pensar que un niño de 4 años se estaba «haciendo» (formando) para llegar a convertirse en el ser excepcional que fue?
Cuando se escucha decir que un líder es alguien que inspira, a diferencia del jefe que, aunque no tenga esa cualidad, posee tambien una posición de poder o de autoridad en la empresa, se hace referencia a un «algo» que los diferencia. ¿Cómo se come eso de «inspiración»?
Cuando se evidencia que las personas que siguen a sus líderes, no lo hacen porque tengan que hacerlo o por la paga, sino porque quieren hacerlo, volvemos a estar en la situación de distinción que aleja la opción de simple formación de la razón que permite lograr eso.
Por eso es que reitero: El líder nace, sin duda. Que una vez que el poseedor del talento lo nota y considera que necesita formación, lo continuará haciendo y perfeccionando de por vida, porque tiene la motivación que da «ese don».
De nuevo, pienso en Wolfgang Amadeus Mozart que, consciente de su talento, se formó y perfeccionó en el piano, casi obsesivamente, durante toda su vida, para llegar al sitial a dónde llegó. Sin duda, el don natural precedió lo que hizo con él.
En tal sentido, responsablemente afirmo; aún sabiendo que esto va a crear controversia, que hay cosas que no puedes hacer por más que te lo propongas. Eso es algo que debe ser aceptado con humildad. Para eso, justamente, es que sirve el autoconocimiento. Por ello considero injusto y hasta perverso, decirle a las personas, desde una posición de autoridad, que pueden lograr todo lo que se propongan.
Rafael Echeverría en su libro Ontología del lenguaje, afirma algo en este sentido y con lo que estoy totalmente de acuerdo: «El hombre tiene un piso biológico y un techo ético». Basándome en esta afirmación (específicamente en el aspecto del «piso biológico»), podría afirmar que parte de la biología del ser humano lo hace tener las características de líder; es decir, que le permite tener ese don.
Es un don que lo diferencia de los demás y hace que cuando él habla, los demás escuchan, entre otras cosas.
Ya para finalizar, quisiera explorar esto desde una perspectiva distinta y cerrar el tema. Considero que afirmar que todo el mundo es líder es casi lo mismo a decir que nadie lo es. Esta aseveración la enlazo con el principio de universalidad; un principio ético conocido que está asociado a las características generales e inherentes a cualquier ser humano, que quisiera relacionar con mi propuesta.
Por esto subrayo que si consideramos que todos somos líderes, aplicando el principio de universalidad, tambien estamos reconociendo, de alguna manera, que es lo mismo que ninguno lo sea, y eso, definitivamente, es falso.
Esta reflexión final busca definir el panorama acerca de lo que motivó mis cuatro artículos anteriores y éstos dos en particular: Si se considera que «todos somos líderes», de alguna forma se le está restando valor a la diferenciación. Si todos somos líderes, la característica se diluye y pierde su singularidad. Si todos somos líderes, ¿qué significa realmente ser un líder? ¿Qué distingue a alguien el «ser líder», frente al resto?
Personalmente creo que el liderazgo debe ser algo excepcional y distintivo. Por ello, la universalidad podría restarle valor. Por eso es que considero que el líder nace. Los líderes, a los que me refiero, de acuerdo a mi convicción, son seres excepcionales.
En un mundo donde se les dan medallas a todos los niños sólo por participar, se pretende desmerecer la meritocracia y se quiere unificar todo, levanto mi mano por los líderes, esos individuos que casi siempre, de manera solitaria, están dispuestos a dar más de su vida por el verdadero Bien Común. Son personas especiales a las que considero se le debe dar el sitial que merecen.
Si no eres un líder en este momento, pero quieres ser uno de ellos, debe ser porque naciste con ese don y simplemente tienes la semilla en estado de letargo o latencia. Si realmente quieres que germine, empieza hoy porque el proceso te puede llevar el reto de tu vida. Si no lo deseas ¡no pasa nada!, el mundo está lleno de diferencias y eso es justamente es lo que lo hace fascinante.
Gracias por tu tiempo.
Autor
Arnaldo González Graterol
Autor de la competencia Liderazgo de personas y equipos
en el libro Y eso, ¿cómo se come?
Arnaldo, tu artículo es muy persuasivo y valora profundamente el talento innato en el liderazgo. Sin embargo, creo que también es importante considerar cómo las circunstancias pueden moldear a una persona para desarrollar habilidades de liderazgo. Aunque algunos nacen con ciertas predisposiciones, el entorno, la experiencia y la educación también juegan un papel crucial en la formación de líderes. Esta combinación de naturaleza y crianza puede permitir que muchos descubran y perfeccionen su capacidad de liderar, incluso sin haber nacido con ese "don". Gracias por abrir este interesante debate.