"Disfruta el proceso", "El viaje es más importante que el destino", "Lo que importa es el camino"... ¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases motivacionales? Si bien tienen su valor, es hora de tener una conversación honesta sobre esta romantización excesiva del proceso.
Imaginemos a María, una consultora que sueña con tener su propia firma. Cada mañana se levanta a las 5 AM para trabajar en su proyecto antes de ir a su empleo actual. ¿Disfruta madrugar? No. ¿Le encanta sacrificar sus fines de semana? Tampoco. Pero tiene clara su meta, y eso es lo que la mantiene en movimiento.
Aquí está una verdad que pocos se atreven a decir o aceptar: no todos los procesos son disfrutables, y está bien. El gimnasio puede ser doloroso, estudiar para una certificación puede ser tedioso, y construir un negocio desde cero puede ser extremadamente estresante.
El Peligro de Romantizar el Proceso
Cuando insistimos en que debemos amar cada paso del camino, creamos una expectativa irreal que puede llevarnos a:
Abandonar metas valiosas porque "no estamos disfrutando el proceso"
Sentirnos culpables por no estar "amando el viaje"
Cuestionar nuestros objetivos cuando el camino se vuelve difícil
¿Y si pensamos diferente? Experimentemos crear un nuevo marco mental:
La meta puede ser tu faro en la tormenta, cuando las cosas se ponen difíciles, ¡aférrate a ella!
El proceso no siempre tiene que ser placentero, solo tiene que ser efectivo
La satisfacción puede venir de avanzar, no necesariamente de la tarea que realices
Lo importante es tener una meta clara y significativa, cuando sabes lo que quieres lograr los obstáculos se convierten en desafíos, no en señales de detenerte, la motivación se activa solo con visionar el resultado, más allá del proceso y solo así, cada paso difícil tiene un propósito claro
Esto no significa que debamos estar deprimidos o miserables en el proceso. Significa que está bien no disfrutar cada momento. Está bien admitir que algunos días e incluso semanas son simplemente sobre disciplina y perseverancia.
Pregunta a cualquier empresario exitoso sobre su camino y probablemente escucharás historias de noches sin dormir, sacrificios familiares, momentos de duda (y deudas) intensa, procesos frustrantes; y sin embargo, pregúntales si valió la pena. La respuesta casi siempre es sí.
Reflexión Final
El secreto no está en amar el proceso, sino en amar suficientemente tu meta como para persistir a través de un proceso desafiante.
La próxima vez que te encuentres en un proceso difícil, pregúntate:
¿Es esta meta suficientemente importante para mí?
Si la respuesta es sí, el proceso, aunque sea difícil, vale la pena.
No necesitas disfrutar cada paso. No necesitas amar el proceso. Solo necesitas mantener tu meta clara y seguir avanzando.
¿Y tú, qué metas has postergado esperando encontrar un proceso más "disfrutable"?
Autor
Marelbis Pimentel
Especialista en optimización de procesos
Directora de Formación y Transformación Digital en Hyggelink
Autor de la competencia Resolución de problemas en el libro "Y eso, ¿cómo se come?"
Wuaao, estimada Mare. Qué buen artículo. Me sentí identificado desde el primer párrafo. Siempre he comentado (y sigo haciéndolo sin descanso) sobre de lo nefasto de las afirmaciones de algunas personas acerca de la felicidad sin esfuerzo o de expresiones como «simplemente deséalo y lo obtendrás», sin considerar los «detrás de cámaras» que son los que realmente hacen que el sueño se haga realidad. Nadie lo nota, Es íntimo y privado. Tiene momentos de soledad y dolor que refuerzan el autoconocimiento. Momentos que hacen que aceptes que no todo lo que deseas lo obtendrás pero muchas cosas sí, con esfuerzo y perseverancia como indicas. Gracias por esta necesaria reflexión en un mundo contaminado con la inmediatez y la «felicidad instantánea»